
¿La caridad es cosa de tontos? Foto: Carlos Vittese
Vivimos en un mundo híper comunicado e informado, una sociedad en la que las malas noticias venden, sirviéndose de una tecnología con la que puedes ver en tiempo real la desgracia "de turno", sea local, o de cualquier sitio del planeta. Escenas dantescas que por repetitivas han conseguido endurecer muchas veces los corazones, al punto de que ya no importa si estás cenando, porque no dejarás de masticar al ver el mayor horror. Aunque quizá eso no quite que lo "verdaderamente importante", ese mensaje inesperado de un contacto del que ni conoces el verdadero nombre, pueda lograr que tu curiosidad innata te transforme por uno segundos en ciego, sordo, y mudo, para todo lo que ocurra fuera de los pixeles que te unen a la realidad virtual.
Y es que nos lo ponen difícil, nos cuentan historias, nos dan informaciones de todo tipo, y parece que la bajeza del ser humano siempre consigue ese protagonismo, que dinamita cualquier esperanza de un mundo mejor, y mas justo. Cuesta mucho creer en estos tiempos, y cuando una y otra vez te demuestran que has sido sorprendido en tu buena fe, recuerdas el dicho "a golpes se aprende", y comienzas a cuestionarte seriamente cosas que antes la mayoría no se atrevía, o directamente nadie ponía en entredicho.
Estás en casa revisando las redes sociales y lees sobre campañas para la recogida de alimentos, no importa si impulsadas por organismos locales, nacionales, asociaciones, diferentes ONG, o personas a título personal. Y al mismo tiempo ves que se comparten fotos de alimentos que "sin tocar" han sido arrojados en las calles, y contenedores. Te recorre una sensación extraña por todo el cuerpo, y te preguntas ¿será lo que yo he donado? Y no quieres creerlo, pero te asalta la duda, aunque luches por dejarla fuera de tus pensamientos.
El problema es que luego, por esas mismas redes sociales te enteras que se está poniendo en alerta a los vecinos, de que esa persona que pedía ropa desesperadamente para su familia, en realidad son varias actuando en conjunto, con diferentes nombres y perfiles. Pero lo verdaderamente decepcionante, es que todas esas prendas que tú y otra gente habíais donado, con el convencimiento de que dibujarían una sonrisa y calentarían el cuerpo de alguien necesitado, fue todo una mentira. La triste realidad es que simplemente han servido para llenar los bolsillos, de quienes una vez más, han jugado con la buena fe de muchos.
Y sigues sin querer creer… quieres despejar la mente y entonces sales a recorrer las calles de Rubí buscando otra verdad. Pasas frente a un mendigo y tus fuertes convicciones te impulsan a echar mano del bolsillo, compartiendo lo que llevas en él. Sigues hasta la panadería, haces la compra, y cuando emprendes el camino de regreso a casa, ves que en la esquina aparca un coche de alta gama. De él baja una persona que se acerca al mendigo, pero no es para darle una moneda, es para recibir las tuyas, y las de muchos otros que nunca sabrán donde han acabado. El asombro dura mas que la escena, en un instante el dinero ha cambiado de manos, el coche se ha ido, y se pierde en el ruido de las calles.
Entonces llegas a casa, no puedes escapar de lo que has visto, y vuelven a asaltarte mil preguntas. Respiras hondo, comienzas a preparar tu comida, y enciendes el televisor con el ferviente deseo de encontrarte con algo, que renueve tu fe en la gente. Pero el informativo de turno solo agrava las cosas. Están contando sobre la presunta estafa que han hecho unos padres, quienes sirviéndose de una niña, solicitaban donaciones con el fin de hacer frente a tratamientos médicos, maniobra que se está investigando y que podría haberles reportado beneficios de cientos de miles de euros.
Y ha sido demasiado para tu día, piensas en aquello de poner "la otra mejilla", pero ya no te queda ninguna, y estás entre esperar que el dolor del último golpe ceda para volver a intentarlo, o protegerte, y ser uno más de los que mastica sin inmutarse, mientras cena entre escenas de incalificable injusticia y dolor.
Es entonces cuando en silencio te preguntas ¿la caridad es cosa de tontos? Pero tienes clara la respuesta… no pueden pagar "justos por pecadores", eso sería una injusticia letal. Y te vas a dormir, porque mañana será otro día y sabes que tus convicciones son más fuertes que la peor de las bajezas que la nueva jornada te pueda deparar.